Juegos filarmónicos. Música española del siglo XVIII. Obras de Abreu, Laporta, Ferau y otros. [CD Audio]

  1. Thomas Schmitt 1
  1. 1 Universidad de La Rioja
    info

    Universidad de La Rioja

    Logroño, España

    ROR https://ror.org/0553yr311

Editorial: Lindoro

Año de publicación: 2019

Tipo: Libro

Resumen

Thomas Schmitt (Guitarra de 6 órdenes). Las obras que suenan en esta grabación representan una parte importante, aunque hoy en día desconocida, de un repertorio para guitarra que en su momento, a finales del siglo XVIII, podría considerarse una música elitista para gente privilegiada de determinada clase social. Ya el simple hecho de ser una música que se componía y vendía en forma de partituras, en ediciones manuscritas (Gosálvez Lara 1995, 44), la hacía inaccesible para la mayoría de la población en la España en torno a 1800. El censo del ministro Floridablanca, que se llevó a cabo en 1787, durante el reinado de Carlos III, evidencia que había aproximadamente dos millones de labradores y jornaleros, es decir, personas cuyo salario oscilaba entre 1 y 3 Reales por día, y que vivían en una situación socio-económica muy precaria. Si comparamos este salario con el precio de algunos productos (alimenticios y musicales), vemos un reflejo inmediato de esta pobreza: el pan común cocido, base de la comida diaria, costaba aproximadamente 0,4 Reales por libra (ca.460gr), el azafrán (62,4 Reales) era también un producto auténticamente lujoso (Torija Isasa 2009, 620). Pero también la música tenía su precio, fuera en forma de partituras, cuerdas, clases de música o adquisición de instrumentos. A través de la prensa histórica podemos comprobar algunos de sus costes: un «violín con su caja» valía 3200 Reales; las «clases de baile de bolero con castañuelas», 50 Rs/mes en casa del alumno, y 30 Rs/mes en casa del profesor (Acker 2007, 297). Para la colección de instrumentos musicales de Carlos IV (1787) se adquiere una guitarra de Lorenzo Alonso por 320 Rs (Labrador López de Azcona 2005/06, 77). Y en las ediciones manuscritas, los precios para las partituras podrían oscilar entre 6 Rs, por ejemplo un Rondó para guitarra de Pierre Porro (Acker 2007, 424), y los 80 Rs de los Principios para tocar la guitarra de Federico Moretti, «un tomo en 4.o mayor apaisado, con 53 láminas de música grabadas a la francesa [es decir mediante calcografía] por D. José Rico» (Acker 2007, 387). Cuando comparamos estos precios con los salarios de los jornaleros, vemos claramente que los productos musicales eran inalcanzables para ellos. En otras palabras, el Tema con diez variaciones de Fernando Ferandiere, que se anunciaba por 10 Rs, valía igual a 11,5 kg de pan, lo que significa a la vez el abastecimiento para 25 días. Y los 80 Rs de los Principios para tocar la guitarra de seis órdenes de Federico Moretti equivalían aproximadamente a 92 kg de pan. La música era, en este sentido, un auténtico lujo que solo una pequeña parte de la sociedad, una élite, podía permitirse.Aún más, otro factor distintivo es importante: la música en su edición manuscrita había que leerla, tanto sus anuncios mismos, como los títulos de las composiciones, las notas, pero también las instrucciones, etc. Si miramos la tasa de alfabetización en España a finales del siglo XVIII, vemos que el analfabetismo completo (es decir, la persona que ni sabía firmar con su nombre) alcanzaba un 55,97%: un 51,38% de la población de Madrid, un 81,87% de la Ciudad Real (Soubeyroux 1985, 166). Con toda certeza los labradores y jornaleros pertenecían a este inmenso grupo de analfabetos. Obviamente, no significa que en esta «clase de habitantes», terminología empleada en el censo de Floridablanca, no había cultura; más bien se trataba de otra forma cultural basada en la tradición oral. El alfabetismo, es decir la capacidad de lectura, representa, por tanto, un fuerte distintivo entre los grupos sociales. Poder leer las partituras se consideraba imprescindible y con frecuencia se advertía de la necesidad de esta facultad. Ferandiere dice que «el verdadero mérito y primor, consiste en tocar exactamente lo que hay escrito» (Ferandiere 1799, 12), y, añade, no en la improvisación; además, en su método destaca precisamente este hecho en la tipografía, con letras mayúsculas: se trata de MÚSICA COMPUESTA para Guitarra por D. Fernando Ferandiere (Ferandiere 1799, 31), y no de música para guitarra compuesta por D. Fernando Ferandiere.