"Tit-for-tat"la emergencia de la reciprocidad en niños y su relación con las conductas prosociales desde una prespectiva comparada

  1. Sebastián Enesco, Carla
Dirigida por:
  1. Fernando Colmenares Director/a

Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid

Fecha de defensa: 18 de diciembre de 2014

Tribunal:
  1. Luis Aguado Aguilar Presidente/a
  2. Pilar Casado Martínez Secretario/a
  3. Cristina del Barrio Vocal
  4. Juan Antonio del Val Merino Vocal
  5. María Núñez Bernardos Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

La reciprocidad es un aspecto fundacional de las sociedades humanas, necesario para el mantenimiento de nuestra vida social. Desde la teoría de la evolución, la reciprocidad es considerada como un mecanismo nuclear en la evolución del altruismo. No obstante, a pesar del papel central que se otorga a este fenómeno desde distintas ramas científicas, se sabe muy poco sobre los orígenes de la reciprocidad. Nuestro interés último era contribuir a iluminar el proceso por el cual el humano se convierte en un ser genuinamente recíproco. Para ello, partimos del marco de la psicología comparada, cuyo supuesto fundamental es que los fenómenos complejos, tales como la reciprocidad, pueden entenderse mejor si se atiende a sus procesos de génesis: en este caso, la filogénesis (cuándo aparecieron dichas capacidades a lo largo de la evolución) como la ontogénesis (de qué manera se adquieren a medida que el organismo se desarrolla). Desde este enfoque una cuestión central es por tanto si la reciprocidad humana, que destaca sobre cualquier forma de interacción entre animales no humanos, es intrínseca a la naturaleza humana o si es producto de su desarrollo en un medio fundamentalmente social y cultural. Cualesquiera que sean los determinantes de la reciprocidad en humanos, sus orígenes y su curso ontogenético, la pregunta complementaria es ¿en qué medida existe alguna forma de reciprocidad en otras especies.La presente tesis aborda el estudio de las primeras formas y posterior desarrollo de la reciprocidad humana. En un primer estudio, nos preguntamos si, en torno a la misma edad en la que emergen las conductas prosociales genuinas, los niños son también capaces de ajustar sus respuestas prosociales en función de cómo les tratan los otros. En un segundo estudio, investigamos cuándo comienzan los niños a ser sensibles a la posibilidad de reciprocidad y deciden comportarse mejor con aquellos que pueden devolverles el favor en el futuro. Adicionalmente, exploramos la relación entre las conductas recíprocas y la capacidad de diferir la gratificación, identificada a nivel teórico como un aspecto clave en la emergencia de la reciprocidad. En particular, contrastamos si aquellos niños que muestran mayor capacidad de diferir la gratificación inmediata a cambio de un refuerzo futuro mejor, también comparten más en situaciones en las que los receptores tienen acceso a una fuente de recursos más atractiva. Aunque los estudios empíricos que presentamos aquí se centran en ciertos aspectos ontogenéticos y sus correlatos socio-cognitivos, nuestro objetivo a largo plazo es intentar enmarcar estos hallazgos en el panorama más amplio de la cognición primate. El conjunto de nuestros resultados es coherente con la hipótesis de que la reciprocidad es un proceso secundario cuyo desarrollo es lento y gradual. Decimos que es un proceso secundario porque la reciprocidad empieza a regular las conductas prosociales sólo cuando los niños ya son capaces de actuar a favor del otro de manera genuina. En nuestro primer estudio, hemos constatado que los niños comienzan siendo prosociales de forma indiscriminada, sin tener en cuenta el comportamiento del otro. Y su desarrollo es gradual en el sentido de que, probablemente, la reciprocidad empieza expresándose en relación con eventos pasados (el niño empieza siendo recíproco sólo en respuesta a la conducta del otro) mucho antes de expresarse como anticipación a la conducta del otro. Parece que es a partir de los 5 años cuando surge la reciprocidad en su forma prospectiva, que, sin duda, seguirá evolucionando en años posteriores hacia usos más complejos. Estudios de distinta índole sugieren que algunas formas de reciprocidad están presentes en animales no humanos y hay pruebas de que el chimpancé, en particular, tiene las capacidades básicas necesarias. No obstante, lo que parece una limitación incluso para nuestros parientes más cercanos es participar en una interacción recíproca de manera calculada y prospectiva.