Los Ágredala evolución de escultura del taller barroco a la academia neoclásica

  1. Ferreira Fernández, Myriam
Dirigida por:
  1. Begoña Arrúe Ugarte Directora

Universidad de defensa: Universidad de La Rioja

Fecha de defensa: 09 de septiembre de 2008

Tribunal:
  1. María Concepción García Gaínza Presidente/a
  2. Juan Francisco Esteban Lorente Secretario/a
  3. María Lourdes Cerrillo Rubio Vocal
  4. José Javier Vélez Chaurri Vocal
  5. José Gabriel Moya Valgañón Vocal
Departamento:
  1. Ciencias Humanas

Tipo: Tesis

Teseo: 171361 DIALNET

Resumen

Los Ágreda fueron una familia de arquitectos y escultores de prestigio que vivieron entre los siglos XVIII y XIX. De origen riojano, su actividad profesional hizo que los miembros más destacados de la familia acabaran instalándose en Madrid, donde alcanzaron gran renombre. Manuel de Ágreda Ilarduy, el primer artista de la familia, nació en Logroño en 1742. En esta ciudad se formó como maestro arquitecto, quizá por necesidad de desempeñar un oficio, ya que vivía en una extrema pobreza, aunque pronto destacó por su calidad como escultor y, sobre todo, como tracista de retablos. En 1770 se trasladó a la localidad de Haro, desde donde fue realizando abundantes obras en la zona occidental de La Rioja y el sur de Álava. Su obra se encuadra dentro de la retablística y la imaginería tradicional, en madera policromada y de tema religioso. Sin embargo, el renombre que alcanzó como artista se debió a su facilidad para evolucionar al mismo ritmo que lo hacía el gusto de la época: formado como retablista en un barroco tardío, pronto comenzó a diseñar retablos plenamente rococós, que poco a poco fue depurando de ornamentación para ser de los primeros artistas riojanos en construir retablos neoclásicos. Su escultura, por otro lado, tuvo siempre una gran influencia cortesana, de acuerdo con los modelos más solicitados en la época. A esta actividad hay que añadir otras que Manuel desempeñó al mismo tiempo que su labor artística: fue dorador y policromador, alfarero, tracista de caminos, político y administrador de una institución benéfica. Manuel tuvo dos hijos que también se formaron como escultores: Esteban y Manuel de Ágreda Ortega. Aunque ambos realizaron, igual que su padre, esculturas de carácter devocional, su actividad profesional se desarrolló sobre todo en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde ambos fueron recibidos como académicos: Esteban en 1797 y Manuel en 1827. La carrera de Esteban fue particularmente brillante: en 1804 fue nombrado Teniente Director de Escultura de la Academia, en 1814 Director de Escultura y en 1821 Director General de esta institución, cargo para el que fue reelegido en 1831. Manuel fue nombrado Teniente Director de Escultura en 1830. Ambos trabajaron también mucho tiempo en la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro. Allí, Esteban estuvo empleado desde 1785, primero como grabador de piedras duras y luego como escultor, hasta ser nombrado Director de Escultura de la manufactura en 1797. Manuel, por su parte, se dedicó fundamentalmente a la parte química de la fábrica, colaborando en el descubrimiento de la fórmula de la porcelana española y siendo nombrado en 1805 encargado de la fabricación de pastas y en 1808 Director General de la manufactura, durante la época de la invasión francesa. A todos estos títulos hay que añadir que en 1798 Esteban de Ágreda fue nombrado Escultor de Cámara Honorario del rey. Desde estos puestos, los hermanos Ágreda difundieron el estilo neoclásico en el que se habían formado en la Real Academia, siendo considerados dos de los escultores neoclásicos más puros del panorama artístico de la época. La tercera generación de esta familia de artistas la componen los hijos y sobrinos de Esteban y Manuel: Juan José, Domingo y Saturnino de Ágreda Madariaga, hijos de Manuel, y Valentín Martínez de la Piscina, sobrino de ambos. Ellos también estudiaron en la Real Academia de San Fernando, aunque no alcanzaron la fama que habían alcanzado su padre o su tío unos años antes, por lo cual los datos conservados sobre ellos son mucho más escasos. Sí sabemos que Domingo llegó a ser también académico y miembro de la Comisión de Monumentos de Valladolid, y que Valentín Martínez de la Piscina fue arquitecto y profesor de geometría en la Academia. Su actividad se desarrolla ya en el siglo XIX, en plena época romántica, aunque aún muy influenciada por el academicismo que impregnaba el arte oficial.