Antonio Larreael alma del Rioja

  1. Luena López, César
Dirigida por:
  1. José Luis Gómez Urdáñez Director

Universidad de defensa: Universidad de La Rioja

Fecha de defensa: 07 de marzo de 2014

Tribunal:
  1. José Miguel Delgado Barrado Presidente/a
  2. Pedro Luis Lorenzo Cadarso Secretario/a
  3. Julián Montemayor Vocal
Departamento:
  1. Ciencias Humanas

Tipo: Tesis

Repositorio institucional: lock_openAcceso abierto Editor

Resumen

A través de la investigación de la trayectoria de Antonio Larrea y de toda la documentación que generó a lo largo de su vida, hemos pretendido demostrar la existencia de una etapa decisiva para la trasformación del Rioja en un modelo económico de éxito, que coincide con el tiempo en que Larrea fue director de la Enológica de Haro y presidente del Consejo Regulador, entre 1944 y 1970. Tras la Guerra Civil y el comienzo de la larga dictadura, el Rioja inició la etapa de trasformación a partir de una primera fase de reconstrucción que abarca las décadas de los cuarenta y los cincuenta. Es en esos años cuando se empieza a producir la paulatina recuperación de las ventas y la producción y se restablecen las instituciones del Rioja -la Enológica y el Consejo Regulador, además del poderoso Sindicato Nacional de la Vid y el Vino- que harán posible salir de la fuerte crisis de la posguerra: control, publicidad y regulación por parte del Consejo Regulador, aunque sea bajo la tutela del Sindicato y su subgrupo de Criadores-Exportadores, y análisis, investigación, divulgación, orientación y enseñanza a cargo de la Enológica. Adentrados ya en los años sesenta, se produce una fase de consolidación, que actúa de plataforma para una fase fuertemente innovadora con ¿desembarcos¿ de capitales exteriores y gran volumen de negocio, solo interrumpida por las malas cosechas de 1971 y 72 a causa del mildiu y por la crisis del petróleo que comienza en 1973. Pero aún en esa adversa coyuntura, el Rioja supera los conflictos de intereses que se arrastraban en el tiempo, los viejos problemas de la certificación del origen, la existencia del fraude, las inspecciones y la separación de bodegas, el problema del desequilibrio entre almacenistas-bodegueros y viticultores que concluiría en el ¿pacto entre desiguales¿, tan constante en la historia, como bien demuestra Gómez Urdáñez, y finalmente acaba permitiendo la elección del camino del éxito: la búsqueda del prestigio y de la calidad como garantía de obtención de renombre para una marca exclusiva y única que aguantara bajo sí las estructuras sociales y económicas del sector y del modelo de reparto que conllevaba consigo. Hito de esta fase es la penetración en el mercado exterior, fruto de un trabajo incesante durante esas tres décadas principalmente y que tuvo como premio el acuerdo preferente de 1970 para rebajar los aranceles comerciales con el Mercado Común y el broche final de la entrada en la CEE en los años ochenta. En todo ello, la tenacidad de Larrea fue, como demostramos, fundamental. Pues además de las instituciones está el hombre. O sobre todo está el hombre. Antonio Larrea Redondo constituye, en sí mismo y en su obra y trayectoria, un espejo modélico de los grandes hombres del Rioja, como lo fueron, y lo son, los bodegueros, los viticultores, los enólogos y los investigadores. Es un espejo modélico de un tipo de hombre para una etapa decisiva de trasformación. Y por eso le hemos dedicado este estudio, que demuestra que muchas de sus preocupaciones fueron el origen de procesos que culminaron con éxito y que hoy son claramente reconocibles. Si el Rioja mantiene todavía hoy sus señas diferenciales, su capacidad de retener población rural por ser la vid en La Rioja un ¿cultivo social¿, por la participación del viticultor en la vinificación y la comercialización, por su representación en el Consejo Regulador y, en fin, por el orgullo de saberse poseedor de una cultura y un arte patente en el cuidado de la viña y en las labores de bodega, todo ello es posible por un hombre como Larrea, que enseñó a todos con el máximo desinterés e hizo suyas las preocupaciones que tenían los hombres del campo y los bodegueros, dos mundos complementarios, como él comprendió.